ACERCA DE LA CONFIANZA
- Gabriel Perez
- 12 jun 2024
- 9 Min. de lectura
¿Qué hacer cuando nos invade la desesperación? Cuando las circunstancias, situaciones y desafíos se acumulan en un momento y lugar determinados de nuestra experiencia, ¿qué os puede ayudar a sobrellevarlos sin perdernos en el intento?
La desesperación os reclama vuestra atención. Tratadla como un niño pequeño que reclama la atención de sus padres, porque de algún modo necesita compañía, comprensión y compasión. La desesperación representa a ese niño en las situaciones en las que os veis desbordados o abrumados por los desafíos.
No evitéis la desesperación, sino más bien acompañadla, sentidla, abrazadla. Solo entonces la desesperación se sentirá comprendida, se sentirá acompañada y con fuerzas de seguir adelante, convirtiéndose en el impulso que necesitáis en el momento perfecto para dar el paso hacia la superación.
En ocasiones intentar mantener la calma cuando todo a tu alrededor sucede a gran velocidad puede provocar el efecto contrario al que intentáis llegar: en vez de calmaros, algunos de vosotros termináis más acelerados aún. Por ello, mi consejo sería que intentarais escucharos más que calmaros, pues quizás vuestro interior os esté reclamando acción, en vez de pausa; quizás vuestro interior os reclame atención en vez de inacción. Cada momento es único, y esto no solo aplica a alguna clase de filosofía basada en la atención plena, sino que hace referencia también a que cada momento requiere de unas acciones y medidas especiales. Por ello, la sabiduría consiste en poner en práctica el conocimiento que
ya tenéis.
Por tanto, cuando os invada la desesperación intentad poner en práctica el conocimiento que ya tenéis. Confiad en que sabéis cómo afrontar ese momento. Confiad en que sabéis qué siguiente paso dar y, sobre todo, confiad en que si se os presenta una situación con numerosas dificultades aparentemente imposibles de sortear, es porque de algún modo y en algún nivel estáis preparados para afrontarlas. En esto consiste la confianza en vosotros mismos. Confiad que junto con los problemas, también están las soluciones. Confiad en que si no os veis con fuerza suficiente para afrontar, contáis con seres que os acompañan para ayudaros con cada dificultad. Confiad en la persona que está a vuestro lado en ese momento, en la persona que os encontráis por la calle en ese instante. Confiad en que todo pasa por algo, por un motivo que acompaña vuestro bien más elevado. Confiad en los innumerables recursos, seres y ángeles que tenéis a vuestra disposición. Confiad, confiad y confiad.
Querías saber qué os puede ayudar a sobreponeros a un momento de
dificultad: la confianza.
Bueno, la confianza es un tema bastante complejo que me gustaría tratar. Pues para mí no me es fácil confiar en mí mismo. No sé muy bien cómo hacerlo, ni si la forma en la que lo hago está bien.
En eso precisamente radica la confianza. ¿No crees? Confía en que tal y como lo haces está “bien” para ti en ese momento y lugar específicos. Confiar no se trata de resultados, se trata de presencia. Cuando confías en alguien, confías en su presencia más que en lo que
pueda hacer, tener o decirte. Del mismo modo, confiar en ti mismo se trata de estar presente para ti más que en proporcionarte la respuesta precisa en el momento oportuno. Esa es una manera de comenzar, con el tiempo, la confianza evolucionará de tal modo que percibirás cada respuesta como precisa en el momento exacto. En eso consiste aprender
a confiar.
Gracias por tus palabras.
Gracias a ti por abrirte.
Entonces dices que para confiar más en uno mismo lo primero que debemos o deberíamos hacer es estar con nosotros mismos.
Así es. Sin “estar” no podéis “ser” ni podéis “ser” sin “estar”. De hecho en vuestro idioma inglés, se utiliza la misma palabra para ambos verbos. No es solo una cuestión filosófica, sino también física. Ser y estar forman un tejido similar a la de acción y reacción. Una no es concebible sin la otra. Para que se produzca una debe producirse la otra. Forma parte de El
Movimiento, el fantástico Baile que es la Vida.
Cuando pienso en confiar, se me viene a la cabeza la idea de proporcionar justo lo que necesito en ese momento. Cuando pienso en si confío en mí mismo, me pregunto si me proporciono justo lo que necesito en cada momento. Y cuando pienso en la confianza en otros, se me viene a la cabeza si ellos me proporcionan lo que necesito en ese momento.
Bien, eso es porque relacionas confianza con resultados. Y como te dije antes, la confianza está relacionada con la presencia más que con los resultados. Piensa que no siempre es posible obtener los resultados que deseas, pero esto no tiene por qué ser por la “falta de confianza” sino más bien con la “falta del momento y lugar oportunos”. Para que se dé un
resultado primero debe tener lugar una serie de eventos muy específicos, todos encaminados a concebir ese resultado específico. Pero aquí entran tanto factores que dependen de ti como factores que están más allá de tu alcance. El hecho que hayas confiado previamente en alguien o algo y seguidamente obtenido el resultado que deseabas no es una prueba de que fue precisamente la confianza que depositaste quien consiguió ese resultado. Por ello, con frecuencia, tendéis a “dejar de confiar” en aquellas personas que no os “ayudan” a conseguir un resultado específico: el que deseáis. Y si observas, cuando retiras la confianza, retiras la presencia. Dejas de estar junto a esa persona en futuros momentos o circunstancias similares.
Del mismo modo, y por extensión, cuando dejas de confiar en ti mismo dejas de estar a tu lado y es aquí cuando os sentís perdidos, porque el sentimiento de soledad es a menudo la consecuencia del sentimiento de falta de apoyo, de compañía y comprensión. Por tanto, si queréis confiad más en vosotros mismos, aprended a acompañaros, a “estar” con vosotros en todo momento e independientemente de si los resultados son o no son los que deseáis (es especialmente cuando no lo son cuando más debéis acompañaros, pues el sentimiento que se origina cuando no conseguís algo que deseáis, reclama vuestra compañía y atención más que cuando sí conseguís lo que deseáis). Del mismo modo, cuando penséis en la confianza que tenéis con otras personas, recordad que es la presencia y no los resultados lo que verdaderamente determinan vuestra confianza. Es, especialmente, cuando otros no os ayudan de algún modo a conseguir lo que deseáis cuando más debéis reafirmar vuestra presencia a su lado.
Bueno, pero esto es como si dijeras que aquellas personas que nos “han fallado” una y otra vez especialmente cuando más lo necesitábamos, merecerían que continuásemos dando oportunidades. Dicho de otro modo, ¿cómo podemos confiar cuando una y otra vez tenemos los mismos resultados de otras personas?
Pones dos variantes a la definición: la variante del éxito/fracaso y la del “merecimiento/no merecimiento”. Cuando mencionas que “otros han fallado” estás asumiendo que de algún modo se ha producido un fracaso en algún nivel. Éxito y fracaso a menudo vienen de vuestra consciencia de “ganar y perder”. Tales términos no existen en la naturaleza. Y tal
definición, sobre todo y en especial la de perder, supone una limitación que, a su vez, como toda limitación eventualmente lleva a dolor y sufrimiento. Por ello, cuando dices “me han fallado” estás haciendo referencia al dolor y sufrimiento que has experimentado como consecuencia de decisiones, acciones o palabras de otros. Cuando mencionas “merecimiento/no merecimiento” estás intrínsecamente otorgando un valor, un valor al “obtener” y un valor al “realizar”, refiriendo que para ser, hacer o tener algo primero debe
haber el suficiente valor en algo.
La consciencia de “merecimiento/no merecimiento” solo provoca división que, curiosamente, es precisamente lo contrario que representa la “confianza”, ya que confiar implica unidad en algún nivel. Toda consciencia de división, al igual que de limitación, está condenada a producir dolor o sufrimiento de algún tipo. Y por si no es lo suficientemente claro, observa el dolor o sufrimiento cuando, especialmente de niño, te han dicho que no “merecías” algo. De hecho, tal situación puede provocar una cicatriz para el resto de vuestra
experiencia en este plano (y me temo que también en otros planos). Ganar, perder, merecer y no merecer conducen eventualmente a sufrimiento y nada tienen que ver con el hecho de “confiar”, que curiosamente representa unidad, satisfacción, tranquilidad. Por tanto, si
queréis aprender a confiar tanto en vosotros como en otras personas, desterrar la consciencias de ganar/perder, merecer/no merecer puede ser un gran primer paso.
Eso es muy bonito, pero sigo pensando en cómo podemos confiar una y otra vez cuando tenemos los mismos resultados de otras personas.
¿De qué otra manera sino podríais confiar? Me explico, confiar también es otorgar una nueva oportunidad. Cuando confías en alguien estás dando una oportunidad. Ahora bien, tendéis a asumir que tenéis un número finito de oportunidades para otorgar a otros. Y esto es porque os concebís separados los unos a los otros. En un nivel más profundo, lo que otorgáis a otros os otorgáis a vosotros mismos; lo que os otorgáis a vosotros mismos, lo otorgáis a otros. Imagina unos padres que “confían” en que su hijo pueda eventualmente andar en bicicleta sin apoyos. ¿Crees que se rendirían al segundo, tercer, quinto, décimo intento?
No.
No, exactamente. ¿Y sabes por qué? Porque en el fondo los padres no solo “confían” sino que “saben” que su hijo podrá hacerlo, simplemente le guían para que con la práctica alcance la meta. De ahí a que “confiar” sea “saber”, tener la completa seguridad de algo. En eso consiste confiar. En eso consiste confiar en ti mismo: confiar en que tú sabes. En eso
consiste confiar en otros: confiar en que otros “pueden”. Por tanto, en vez de condenar los “resultados” de otros, acompañadles, guiadles hacia su sabiduría interior. A menudo os olvidáis que vosotros tenéis tanto a vuestro niño/niña como a vuestro/a padre/madre interior. A menudo olvidáis que otros también tienen a su padre/madre interior y solo os observáis el niño/niña que muestran. A menudo os olvidáis que ser padres/madres es amar
incondicionalmente y más aún, a menudo olvidáis que no es necesario tener hijo/a para amar incondicionalmente. Amad, por tanto, incondicionalmente a todos los seres con los que vuestra presencia haga contacto. Amad, por tanto, todas y cada una de las expresiones,
situaciones y reacciones que otros seres también tienen con vosotros, ya que todas y cada una de ellas es solo una opción de entre otras muchas.
Guiad, acompañad con amor para que otros también puedan encontrar y expresar su más alta versión. Esto es confiar. Confiar es amar. Confía por tanto en la vida, confía en el amor, confía en tu vida y tu amor.
Amén.
Gracias, gracias por tus palabras.
Gracias a ti por abrirte.
Comprendo entonces que la confianza está relacionada con la presencia. Y si que es cierto que ahora observo como una y otra vez la confianza me ha remitido en última instancia a la presencia, ya sea mía o de otra persona. Cuando digo que no confío en mí mismo estoy
diciendo que no estoy conmigo en ese momento o para esa situación. Cuando digo que no confío en tal o cual persona estoy diciendo que no cuento con su presencia en un momento o situación determinadas. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando “necesito” una presencia determinada y una y otra vez no cuento con ella? Según lo que me comentas, debería
estar dando oportunidades una y otra vez, ¿me equivoco?
Bueno, en este momento debo recordarte que no estoy aquí para decirte ni decir a nadie lo que debes o no hacer. Simplemente transmito otras posibilidades que os podrían ser de utilidad en función de lo que queréis hacer, ser o tener. Pero ello no significa que sea el único modo de hacer, ser o tener, ni mucho menos. Recuerda que, como en todo lo demás, antes de aceptar ciegamente debes comprobarlo. Comprueba si te funciona a ti y entonces podrás decir que es efectivo. En cualquier caso, vuelve a recordar que no es un dictamen, ni es la única posibilidad, forma o manera de proceder. Ahora bien, respecto a tu pregunta, te estás refiriendo a los casos en los que a pesar de otorgar oportunidades, de quizás guiar o conducir a otros hacia su sabiduría interna, sigues sin poder obtener lo que necesitas, te
recuerdo que ante nada, lo primero eres tú. Como dije anteriormente también, amar incondicionalmente (y esto incluye la confianza) poco y nada tiene que ver con no realizar acciones que te conduzcan al equilibrio, bienestar, seguridad y armonía en ti. Amar y confiar también incluye reconocer que quizás este no sea el momento, lugar y modo adecuado de lograr la meta que deseas o buscas. Confiar, en este caso, también implica aceptar que tu confianza en ti mismo prevalece y que confías incluso en que tu decisión de (por ejemplo) alejarte de esa persona o no contar con ella para determinados asuntos es por tu propio bien más elevado y, por tanto, por el bien más elevado de la otra persona. Recuerda aquí que tu bien más elevado es el bien más elevado de otros también.
Muchas gracias por la aclaración. Gracias por tus palabras.
Gracias a ti por profundizar. Recuerda que tanto la pregunta como la duda, que no dejan de ser lo mismo, os permiten profundizar aún más. Por ello, bendecid cada duda, agradeced cada pregunta, pues cada una de ellas es una oportunidad única para internaros en las profundidades de la sabiduría. Pues, amado mío, no hay respuesta sin inquietud, no hay conocimiento sin ignorancia, no hay indagación sin voluntad, no hay evolución sin mejora y, la vida es evolución. Tarde o temprano os encontráis ante la duda, ante la pregunta, ante las ganas y el deseo de saber más. Es así como la vida garantiza su propia expansión.
Amén.
Gracias. Muchas gracias.
Comments